EL FUEGO

El fuego es una antiquísima energía, viejo compañero y maestro del Ser Humano desde tiempos remotos.
Es una energía primaria en el Universo y la primera manifestación de La Energía en nuestro cuerpo en forma de Campo Oval de Fuego, el impulso fueguino direccional de Aries.

Muchas comunidades indígenas Iberoamericanas conocen al fuego como “El Abuelito. Teniendo en cuenta el respeto y reverencia que estas comunidades tienen por sus mayores, este apelativo nos da una idea de la importancia que tiene el fuego para ellos.

La sola idea de pasar las horas nocturnas desnudo ante una hoguera, combinándolo con baños de agua fría puede parecer extraña, disparatada y chamánica para nuestras mentes urbanizadas, y sin embargo he descubierto que es algo muy adecuado para nuestra higiene física-mental-energética-espiritual y para nuestra evolución personal.

Lo que el fuego me enseñó

En este ritual, el agua representa la limpieza purificadora de pasar por los tragos de la vida, los conflictos, y seguir adelante. Simboliza ese “balde de agua fría” que a veces la Vida nos echa encima, sorprendiéndonos y enfrentándonos a la resistencia.

Así, la hoguera representa nuestro Fuego Interior, y nosotros decidimos situarnos más cerca o más lejos de ese calor.
Claramente, cuando te echan un cubo de agua fría, lo más agradable y sensato es arrimarse al fuego, y de ahí la importancia de tener nuestro Fuego Interno vivo y sano, para tener donde arrimarnos en esos momentos de frio sin necesitar buscar el consuelo o apoyo en el exterior.

Ahora bien, tenemos la posibilidad de elegir echarnos el balde de agua nosotros mismos cuando lo sentimos necesario, sin esperar a que nos lo echen. Esto se traduciría en enfrentarnos directa e inmediatamente a los conflictos que nos causan resistencia, no huyendo de ellos o dejándolo para más tarde.
De esta manera podemos tomar las riendas de nuestra vida, y manejar nuestra relación con los conflictos de una manera sana, que fomenta la Voluntad y el Patrón Masculino y nos evita sorpresas desagradables.

El abuelito Fuego también me enseñó que las personas podemos compararnos con la leña de una hoguera. Hay personas que se asemejan a la madera húmeda, que se resisten a ser quemadas (esto es, purificadas), y al entrar en un proceso purificador echan mucho humo, que representa una cortina o neblina que impide ver las cosas claras. Son personas con resistencia a los cambios y los procesos.
Otros son como la leña seca, dispuestos y agradecidos de entrar en la hoguera (los procesos), dando además calor y luz a su alrededor.

Me enseñó que todos tenemos el poder potencial de iluminar mucho a nuestro alrededor, y sin embargo pasamos mucho tiempo siendo solo rescoldos, brasas camufladas entre la ceniza, que no se ven pero que en cualquier momento y con un poco de ayuda se pueden convertir en una hoguera maravillosa, luminosa y confortable.

Fuego y Agua-Alimentación

He tenido la apreciación, experimentando con la dieta frugívora y con el Fuego y el Agua, de que el hecho de COCINAR los alimentos se ha convertido en la manera de incorporar en nuestra vida estos dos elementos tan importantes, añadiéndole agua y calor (fuego) a lo que ingerimos.

En mi opinión, esto ha sucedido al irnos alejando del contacto directo y natural con estos dos elementos fundamentales, contacto que antes se establecía por ejemplo con baños en los ríos limpios y las hogueras que calentaban por las noches.

Esta costumbre de cocinar los alimentos, agravada por los procesos de industrialización alimentaria, se ha convertido en una de las más importantes causas de nuestra gigantesca pérdida de salud y calidad de vida.

Vivir separado de la Naturaleza no es sólo la causa de la enfermedad, sino la enfermedad en si misma.

Porque resulta evidente, por mucho que se puedan empeñar los defensores de la comida cocinada, que el nivel de toxemia alcanzado en la actualidad no tiene parangón, y que no tiene absolutamente nada que ver la forma de cocinar “de antes” (agua del manantial y fueguito de leña) con la de ahora ni tiene nada que ver la forma de vida de antes (ejercicio, naturaleza, contacto con los biorritmos naturales de las estaciones y el ritmo noche/día) con la de ahora.

Así pues, desde mi sentimiento y mi experiencia, instigo a todas las personas a probar la dieta crudivegana o mejor frugívora como transición hacia una vida más sana y plena, libre de toxinas, dejando de quitarles a nuestros alimentos todo su poder nutritivo y de comer alimentos no aptos para nosotros (por la sencilla razón de que necesitamos procesarlos para comerlos, algo nunca visto en el mundo natural).

Los estudiantes de Terapia de Polaridad saben que el Dr. Stone hablaba de comer cuanto más crudo, natural y sin pesticidas mejor, y como él muchos otros cuya voz no resuena en estos tiempos en medio del estruendo de la gran ciudad.

LA MIRADA

Cuando miramos a otra persona, normalmente nuestro cerebro activa un potente filtro gracias al cual no vemos a la persona como es, sino que vemos toda una seria de detalles insignificantes mezclados de manera caótica con nuestras propias ideas, prejuicios y rigideces mentales.

La intensidad de la mirada de un niño se basa en que no posee ese filtro, y ve a todas las personas con sus cualidades individuales puras, y, sobre todo, ven lo común en todas ellas, la Divinidad. No crean separación en su mente al mirar al mundo porque tienen muy limpio en su mente el conocimiento de que todos somos lo mismo, y de que dentro de cada persona la misma energía pulsa para salir al mundo con intenciones de Salud, Libertad, Voluntad y Dirección, tal como la luz en una bombilla opaca desea iluminar la habitación en la que se encuentra.

Esta forma de mirar no esta tan lejana como muchos piensan ni es exclusiva de niños, sino que se puede practicar cada día con cada persona con la que te cruzas por la calle, solo teniendo en cuenta qué quieres mirar, en qué quieres poner tu atención.
Porque cuando ponemos la consciencia en escuchar un sistema energético, éste se potencia enormemente, como ya sabemos en Terapia de Polaridad.
Así es como, mirando en lo profundo de la persona, traspasando esa barrera superficial, encontramos esa luz opacada que, con nuestra consciencia, va ganando en voltaje, produciendo cambios en la persona a quien miramos. Cuanto más rasquemos la capa opaca de la bombilla, más luz veremos, esto es, cuanta más luz queramos ver en una persona, más luz se mostrará al exterior.

Lo que hay en ese interior es un GRAN SÍ A LA VIDA que quiere salir e iluminar.

Por eso una mirada puede ser transformadora y por eso tenemos que poner atención acerca de dónde nos enfocamos, pues podría resultar que fijándonos demasiado en la capa opaca de la bombilla, no fuéramos capaces de percibir la luz que desprende.

La Gran Vida pulsa en tu interior… ¿Le abrirás finalmente la puerta para dejarla salir?