LA MIRADA

Cuando miramos a otra persona, normalmente nuestro cerebro activa un potente filtro gracias al cual no vemos a la persona como es, sino que vemos toda una seria de detalles insignificantes mezclados de manera caótica con nuestras propias ideas, prejuicios y rigideces mentales.

La intensidad de la mirada de un niño se basa en que no posee ese filtro, y ve a todas las personas con sus cualidades individuales puras, y, sobre todo, ven lo común en todas ellas, la Divinidad. No crean separación en su mente al mirar al mundo porque tienen muy limpio en su mente el conocimiento de que todos somos lo mismo, y de que dentro de cada persona la misma energía pulsa para salir al mundo con intenciones de Salud, Libertad, Voluntad y Dirección, tal como la luz en una bombilla opaca desea iluminar la habitación en la que se encuentra.

Esta forma de mirar no esta tan lejana como muchos piensan ni es exclusiva de niños, sino que se puede practicar cada día con cada persona con la que te cruzas por la calle, solo teniendo en cuenta qué quieres mirar, en qué quieres poner tu atención.
Porque cuando ponemos la consciencia en escuchar un sistema energético, éste se potencia enormemente, como ya sabemos en Terapia de Polaridad.
Así es como, mirando en lo profundo de la persona, traspasando esa barrera superficial, encontramos esa luz opacada que, con nuestra consciencia, va ganando en voltaje, produciendo cambios en la persona a quien miramos. Cuanto más rasquemos la capa opaca de la bombilla, más luz veremos, esto es, cuanta más luz queramos ver en una persona, más luz se mostrará al exterior.

Lo que hay en ese interior es un GRAN SÍ A LA VIDA que quiere salir e iluminar.

Por eso una mirada puede ser transformadora y por eso tenemos que poner atención acerca de dónde nos enfocamos, pues podría resultar que fijándonos demasiado en la capa opaca de la bombilla, no fuéramos capaces de percibir la luz que desprende.

La Gran Vida pulsa en tu interior… ¿Le abrirás finalmente la puerta para dejarla salir?

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